Una de las cuestiones más recurrente es el de dónde sacar información o a donde recurrir para ser más creativos.
¿Qué se necesita?
¿Cómo ser creativos?
A menudo resulta bastante difícil resolver estas preguntas
Pero ¿porqué no somos creativos?
Es como si la necesidad de seguir
la estrategia de la organización chocara con la necesidad que tiene de generar
ideas.
Evidentemente una de
las respuestas a esta pregunta es que a muy pocos profesionales en su etapa de
formación inicial, e incluso en las que vinieron después, les han entrenado para
ser creativos. Sin embargo, hay otra explicación que tiene que ver no tanto con
el mundo de las organizaciones, sino más bien con la manera en que los seres
humanos estamos hechos.
Es altamente probable que la primera y más importante
función del cerebro sea la predicción del futuro.
En esto el ser humano
se diferencia de manera significativa de los animales. Incluso los grandes
simios no son capaces de anticiparse a lo que va a ocurrir más allá de unos
minutos. Pero las personas pueden imaginar el mañana, y en el mañana de mañana,
a veces con gran precisión. Lógicamente, para que esa predicción tenga éxito,
es fundamental la observación del entorno y la creación de patrones sobre lo
que ocurre. Observando cuándo algo se sale del patrón, los primeros homínidos
empezaron a predecir el futuro: si aparecían nubes en un cielo despejado, era
probable que lloviera. De la misma manera, el humo sobre las copas de los
árboles informaba del fuego y de un posible incendio del que habría que
escapar.
Y así es que buena parte de nuestra conducta está basada en
la contrastación entre lo que ocurre y lo que debería ocurrir, según nuestros
patrones.
¿Dónde está el problema?
El gran problema es
que ese sistema es muy útil para la predicción y la supervivencia, pero poco
apto para la creatividad: si todo el tiempo estamos estimando en lo que con
toda probabilidad va a ocurrir, es por definición imposible que simultáneamente
estemos pensando en lo que no va a ocurrir.
En lo inesperado, en
lo que se sale del guion. Si un lapicero rueda hasta el final de la mesa
anticipamos que se caerá, y si un pájaro extiende sus alas vaticinamos que
echará a volar. Sería muy desconcertante para nuestro cerebro que el pájaro se
estrellase contra el suelo, como si fuera una figura de madera, o que el
lapicero echase a volar. El asunto está en que la gente que piensa que los
lápices vuelan es precisamente la gente creativa.
De igual manera, posiblemente por una cuestión de ahorro de
energía, una vez que el cerebro descubre una manera de hacer algo, por ejemplo
preparar el desayuno o la ruta más cómoda desde casa al trabajo, no busca
alternativas.
Si cada vez que preparamos un café tuviéramos que hacerlo de
manera diferente, o si tuviéramos que escoger una forma distinta de ir a
trabajar, estaríamos agotados todo el día. La cuestión, de nuevo, es que las
personas creativas son precisamente las que están constantemente pensando
nuevas formas de hacer las cosas.
Estas y otras muchas características de las personas nos
dicen que no estamos construidos para la creatividad, posiblemente porque en la
prehistoria era más necesario comer o luchar que ingeniar. Y pese a que el
mundo ha cambiado mucho, nuestro cerebro es esencialmente el mismo.
En otras palabras, no somos más creativos porque nuestro
cerebro está desactualizado. Afortunadamente, los recientes descubrimientos
sobre neuroplasticidad nos dicen que todo puede cambiar siempre que el entorno
siga necesitando de nosotros la capacidad de crear cosas nuevas, cosa que muy
probablemente ocurrirá.
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